LA PREOCUPACIÓN POR LOS RESTOS MORTALES

BESHALAJ_ÉXODO XIII:17-XVII:16

Antes de fallecer, el patriarca Yaacov manifestó a sus hijos su deseo de ser enterrado en la Tierra Prometida: Israel. La Torá relata que Yosef encargó a los doctores egipcios expertos en la materia que embalsamaran al patriarca, faena que duró 40 días. Luego, todo Egipto lloró por el fallecimiento durante un período de 70 días. Concluido este período de llanto, Yosef se dirigió a la corte del Faraón para que intercediera ante el monarca y solicitara el permiso necesario para efectuar el entierro del patriarca en la Tierra Prometida, tal como Yosef había jurado hacer. 

El Faraón aprobó la petición y una nutrida delegación de notables egipcios, junto con los hijos del patriarca, emprendieron el viaje a Israel. Una vez que cruzaron el río Yardén y llegaron a un lugar denominado Goren Haatad, cumplieron 7 días de luto. La muy honorable delegación egipcia no pasó desapercibida por los habitantes de la región, quienes concluyeron que el difunto se trataba de un personaje muy importante, pues había enlutado a todo Egipto. 

Cabe destacar que Yosef, quien ocupaba un puesto subordinado únicamente al Faraón, tuvo que pedir permiso al monarca para enterrar a su padre. Está claro que el poder de decisión de Yosef era bastante limitado si para ausentarse del país necesitaba el consentimiento del Faraón. Tal vez la razón del permiso se debía al motivo del viaje. 

Al expresar que deseaba que sus restos mortales reposen en Israel, Yaacov estaba afirmando que no se consideraba un egipcio: destaca su negativa a asimilarse a las costumbres y tradiciones locales, prefería ser fiel a las enseñanzas de sus antepasados. Al considerar que el culto egipcio a los muertos destacaba que el más allá era la residencia permanente de la persona, la voluntad de Yaacov manifestaba con claridad dónde estaba su lealtad y cuál era su norte cultural y espiritual.

Mi difunto padre, que había nacido en Polonia, donde ejerció como rabino durante 7 años y luego, como Gran Rabino del Perú durante 3 décadas, nunca visitó el Estado de Israel. Falleció en la ciudad de New York a principios del año 1968. Sin embargo, había adquirido dos puestos en un cementerio en Jerusalén, donde fue enterrado. El segundo puesto sería ocupado años más tarde por mi difunta madre. Aunque mi padre nunca pisó la tierra de Israel, conocía su geografía e historia. Sabía el nombre de cada lugar donde habían acampado los hebreos durante los años de su travesía por el desierto después de la salida de Egipto. Dónde habían encontrado agua y dónde tuvieron que utilizar las armas para defenderse.

Teodoro Herzl, fundador del Sionismo político, enterrado en la ciudad de Viena, había incluido en su testamento la solicitud de que sus restos fueran traslados a la tierra de Israel después de la creación de un Estado judío independiente. Siglos antes, muchísimos rabinos habían expresado su voluntad de ser enterrados en Israel. De acuerdo con una antigua tradición, en la época mesiánica todos los cadáveres serían trasladados a la Tierra Prometida y estos eruditos querían evitar que sus cuerpos tuvieran que hacer un largo y penoso viaje. Al considerar que la vida es pasajera y la muerte duradera, muchas personas deseaban descansar en la tierra de sus ancestros: su verdadero hogar.

Apuntamos que Yosef no tenía un poder excesivo en Egipto y que nunca perdió su identidad hebrea. Es posible que, durante algún tiempo, la idea de una integración a la cultura egipcia asomara por su mente, especialmente durante los años de dificultad que fueron seguidos por el éxito en la corte del Faraón. Pero la presencia de los hermanos que vinieron a buscar alimentos a Egipto produjo el retorno a las raíces: no podía ocultar quién era realmente.

Tal como lo había hecho el patriarca Yaacov, Yosef también insistió en que quería ser enterrado en Israel. Elevó un juramento para que sus restos acompañen al pueblo durante el éxodo de Egipto. Mientras que los hebreos recibían préstamos de todo tipo de enseres de los egipcios antes del éxodo (una especie de indemnización por los trabajos forzados gratuitos que habían prestado), Moshé se ocupó de recoger los “huesos” de Yosef para que acompañaran al pueblo durante su travesía por el desierto.

El pueblo hebreo transitó el desierto con dos arcas: una de ellas contenía las Dos Tablas de la Ley y, la segunda, los restos mortales de Yosef. Cuando se indagaba cuál era la relación entre las Tablas de la Ley, que contenían las reglas para una vida constructiva en este mundo, mientras que la segunda arca contenía los restos de un muerto, el pueblo respondía: quien reposa en esta arca, refiriéndose a Yosef, cumplía los instructivos representados por las Tablas de la Ley, la segunda arca. De esta manera, Yosef participó en el éxodo de Egipto junto con su pueblo, éxodo que es el tema central de estos capítulos de la Biblia y que es recordado en las celebraciones fundamentales de la tradición judía.

MITSVÁ: ORDENANZA DE LA TORÁ EN ESTA PARASHÁ

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24. Éxodo 16:29 No salir más allá del límite permitido en Shabat