VAERÁ_ÉXODO VI:2-IX:35
A través de una serie de Otot umoftim, señales y milagros, usualmente referidos como plagas, Dios liberó al pueblo hebreo de Egipto. Cada una de estas plagas tenía el propósito de demostrar la superioridad de Dios sobre el culto idólatra. Empezando con el río Nilo, que era adorado por los egipcios, conscientes de que su producción agrícola dependía de esta fuente de agua, y continuando con los animales que también eran deificados, las plagas demostraron que había una fuerza suprema, el Dios de los hebreos, que también era el Dios único que regía el destino de los egipcios y del universo creado por Él.
Estos eventos no podían ser explicados como fenómenos naturales porque la población hebrea no sufrió los mismos estragos. Las plagas tenían destinatarios selectivos. La plaga mayor, sin duda, fue la última: la muerte de los primogénitos, que convenció al Faraón para que, finalmente, permitiera el Éxodo del pueblo hebreo. En este caso, los primogénitos hebreos fueron absueltos de la muerte, pero solamente aquellos que tuvieron la audacia de sacrificar un cordero y pintar con su sangre los dinteles de sus hogares.
De esta manera se identificaban ante Dios para que el ángel de la muerte pasara de largo frente a sus hogares y demostraron su valentía ante los egipcios. Está claro que no todos los hebreos se arriesgaron, y en efecto, aquellos que no pintaron los umbrales de sus hogares con la sangre del sacrificio pascual perecieron, al igual que los primogénitos egipcios.
Algunos exégetas bíblicos dividen las primeras 9 plagas, que no lograron el objetivo deseado, en tres grupos de 3 plagas cada una. De acuerdo con su naturaleza, se pueden agrupar las plagas en pares. Algunas plagas atacaron a las bestias del campo, la sangre y las ranas emergieron del Nilo, la peste y las erupciones son enfermedades, el granizo y las langostas destruyeron la agricultura, las plagas de la oscuridad y los primogénitos están relacionadas con la muerte.
Según el Midrash, los hebreos infames perecieron durante la plaga de la oscuridad para que los egipcios no fueran testigos de su castigo. La plaga decisiva fue la muerte de los primogénitos, que abarcó el hogar del Faraón. Solamente en esta última plaga tuvieron una participación los hebreos, al colocar la sangre del sacrificio pascual sobre sus umbrales. Para poder salir de Egipto y no retornar luego, los hebreos tenían que demostrar ante los egipcios y ante sí mismos que habían perdido el temor hacia sus capataces, al sacrificar a uno de sus dioses: la oveja.
Aunque el culto a Dios empezó formalmente con la revelación en el monte Sinaí, cuando los hebreos recibieron los Diez Mandamientos, su origen se encuentra en Egipto. La ofrenda del sacrificio pascual es la primera Mitsvá que cumplieron los hebreos; por ello, el gran comentarista Rashí cuestiona por qué no empezó la Biblia con el capítulo que hace referencia a esta Mitsvá, dado que la Torá contiene los instructivos rituales y morales que deben regir a las personas.
Mientras Moshé y Aharón producían los milagros que se tradujeron en las 10 Makot, plagas, para convencer al Faraón, los hechiceros y magos egipcios duplicaron casi todas estas proezas. De tal manera que la “mano fuerte” de Dios no era aparente. ¿Cuál era la diferencia entre los milagros producidos por Moshé y Aharón y las hechicerías de los magos egipcios?
El rabino Yaacov Kaminetzky opina que para que tuviera validez moral, la decisión del Faraón habría de ser el resultado de su libre albedrío. Por lo tanto, Dios permitió que los magos egipcios imitaran los resultados obtenidos por Moshé y Aharón. De esta manera, el Faraón no actuaría porque se estaba enfrentando a un poder invencible, sino que permitió, o tal vez expulsó a los hebreos de Egipto, porque finalmente reconoció la existencia de un Dios único para todos los pueblos.